Tenía yo diez años y me contagiaba del entusiasmo de mi papá cuando arrancaron las Olimpiadas México 68. Verlo como se interesaba en ciertos deportes y oírlo hablar de sus expectativas me encantaba. Para él, el verdadero triunfo de México ya estaba sucediendo al haber sido escogido por los miembros del COI Comité Internacional Olímpico como la sede y anfitriona de los juegos Olímpicos de este año habiéndole ganado el lugar a Estados Unidos, Francia y a Argentina después del de Tokio 1964.
En 1968 sucedían muchas cosas en México; las manifestaciones estudiantiles, la matanza de los estudiantes en Tlatelolco y tanta cosa nublaba la visión a los jóvenes. Era necesario algo como una Olimpiada “en casa” que los animara y los distrajera pues además sentían la influencia de los jóvenes en Estados Unidos por la guerra de Vietnam.
Mi papá había leído que las instalaciones deportivas que se habían rehabilitado y construido para la XIX Olimpiada en México había sido el factor principal que demostraría su capacidad como país para llevarlas a cabo; el Estadio Olímpico Universitario, El Palacio de los deportes, La Alberca Olímpica, El estadio Azteca, La Pista Olímpica de Remo y Canotaje y muchas otras instalaciones capacitadas con todo el equipo técnico necesario, todo listo, además de un programa previamente planeado con ayuda extranjera que ofrecería un programa artístico y cultural de gran altura y haría de la Olimpiada en México una de las mejores del mundo.
A Tin Tan siempre le gustó la fiesta por lo que un día se fue a comprar una “televisión a Colores” lo cual era la novedad. Y llegando el día 12 de octubre del 68, día de la Inauguración y apertura de las Olimpiadas, le llamó a toda la familia y la invitó a la casa para que juntos disfrutáramos del espíritu Olímpico y poder ver el evento a todo color. Durante la transmisión los anunciantes informaban que México era el primer país en toda Latinoamérica que estaba teniendo una Olimpiada y que también era la primera vez que una mujer, Enriqueta Basilio, prendía la antorcha olímpica, por lo que había varias cosas qué celebrar, decía mi papá…
Era tanta su alegría que a dos días después a la inauguración, un día lo vimos sacando del mueble de madera, la parte del tubo de la televisión a colores junto con todos los cables y meterla en la cajuela de su Cadillac. Lo que sucedía era que a él y a mi mamá los habían invitado a Guadalajara a una cena de gala, pero solamente les habían mandado dos boletos de avión. Él no se iría sin mi hermano y sin mí en “tiempo de las Olimpiadas” por lo que había decidido irnos por carretera. El estar juntos para intercambiar opiniones y disfrutar la actuación de los diferentes atletas era prioritario, algo que sencillamente no podía perderse y durante los juegos, su necesidad de compartirlo con nosotros fue primordial. También invitó a mi tío Toño para que le ayudara con la manejada.
Llegando a Guadalajara nos hospedamos en Camino Real y lo primero que hizo mi papá después de dejarnos bien instalados en el hotel, fue irse a comprar “otra” televisión, nos dijo que, con el televisor del hotel, la de color que llevábamos y la que acababa de comprar iba a ser posible ver tres imágenes al mismo tiempo, lo que nos permitiría disfrutar de ver a tres diferentes deportes al mismo tiempo y así fue….
Me acuerdo la mañana en la que le pedí a mi tío que me bajara a la alberca pues nadie quería despegarse del televisor y cuando ya subíamos para seguir viendo las Olimpiadas y a la hora de meternos en el elevador mi tío y yo, que se queda parado.
No sé cuánto tiempo estuvimos encerrados y nadie nos oía, todo mundo estaba viendo las olimpiadas. De pronto el elevador empezó a funcionar y cuando llegamos al cuarto, mis papás solo nos preguntaron que porqué nos habíamos tardado tanto y mi papá me dijo gritando: ---Ven Rosalíta! córrele! tienes que ver a este atleta brincar de espaldas sin tocar el listón!
Los deportes que más disfrutó mi papá fueron, el ciclismo, las carreras, el maratón, los saltos de altura y la gimnasia artística. Ese día al final del programa nos dijo que, aunque el golf no era un deporte de Olimpiadas, puesto que a él le gustaba mucho, nos invitó a jugar al jardín del hotel un minigolf que nos hizo reír mucho y nos dieron premios, aunque no medallas.
3 Comments
Gracias por compartir sus anecdotas familiares y conocer desde otra perspectiva a la persona. Tintan un grande. Saludos
Me encanto
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